Registros de eclipses fechan erupciones volcánicas de los siglos XII y XIII

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Registros antiguos de lunas oscuras y lunas de sangre ayudan a los científicos a vislumbrar erupciones pasadas y sus efectos en el clima global.

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Crédito: New York Public Library, Dominio Público. This is an authorized translation of an Eos article. Esta es una traducción al español autorizada de un artículo de Eos. En la noche del 2 de diciembre de 1229 el cortesano y poeta japonés Fujiwara no Teika, vio la Luna salir de entre las montañas de Kyoto. La Luna se encontraba parcialmente eclipsada, y conforme se fue eclipsando totalmente, el disco brillante se fue oscureciendo hasta desaparecer completamente. "Los ancianos nunca la habían visto así", escribió Teika en su diario unos días después. "Verdaderamente fue algo a que temerle. Efectivamente, en mis setenta años nunca había escuchado o visto [de algo así]". Las observaciones de Teika y otras observaciones antiguas de los raros eclipses de lunas oscuras recientemente han adquirido una nueva importancia después de que los científicos usaran estos registros para fechar erupciones volcánicas notables ocurridas hace casi mil años. Los descubrimientos, publicados en Nature, podrían ayudar a resolver grandes dudas acerca del vulcanismo y el cambio climático. "No teníamos idea de que pudiéramos encontrar este bello texto – fue pura suerte". Sébastien Guillet, paleoclimatólogo de la Universidad de Geneva, leyó por primera vez la transcripción del diario de Teika, llamado Meigetsuki, durante el confinamiento de COVID-19 en marzo del 2020, y se sintió realmente emocionado. "No teníamos idea de que pudiéramos encontrar este bello texto – fue pura suerte". Por años, él ha pasado por cientos de manuscritos medievales buscando registros de eclipses lunares que describieran el color de la Luna en su totalidad. This newsletter rocks. Get the most fascinating science news stories of the week in your inbox every Friday. Sign up now Si es que llegaban a haber detalles, la mayoría de las descripciones, hechas por clérigos, monjes, soldados de las cruzadas, o personas urbanas comunes, eran de lunas rojizas "de sangre", típicamente vistas durante un eclipse total lunar en una noche despejada. Sin embargo, unas cuantas describen una luna oscura, tal como la que Teika vio. Los siglos XII y XII están entre los periodos más activos volcanicamente de los pasados 2,500 años. Los científicos saben, a partir de capas de índice de sulfato en Groenlandia y de núcleos de hielo del Antártico, que existieron siete erupciones volcánicas significativas entre los años 1108 y 1286. Pero solamente una de ellas, la erupción de Samalas en la Isla de Lombok en Indonesia en 1257, ha sido ligada a un volcán en específico o con alguna locación. "Estas erupciones son muy interesantes pues sucedieron en un momento bastante crítico", Guillet nos explica: la transición del anómalo Período Cálido Medieval a la mucho más fría Pequeña Edad de Hielo. "¿Contribuyeron a esta transición?, y si fue así, ¿A qué grado? No creo que exista un claro consenso entre los científicos acerca de las respuestas a estas preguntas". Para determinar la causalidad, los científicos necesitan fechar estos eventos. Aunque los núcleos de hielo son registros invaluables, los eventos dramáticos documentados en ellos no pueden ser fechados confiablemente. El hielo se desplaza a través de los siglos, y se pueden perder secciones enteras de los núcleos durante la perforación y extracción. "Si no se fechan correctamente, con un rango de error de incluso 1 o 2 años, entonces es muy fácil... atribuirle algo a un volcán que puede simplemente haber sido una variabilidad natural," dice Guillet. También se podría le adjudicar al volcán equivocado, añadió Clive Oppenheimer, coautor y vulcanólogo de la Universidad de Cambridge. La belleza de los eclipses es que sabemos exactamente cuándo sucedieron. Además, crucialmente, últimamente el color de la Luna durante los eclipses totales resulta ser un buen indicador de si ha habido una erupción volcánica masiva. Muchas erupciones volcánicas expulsan sulfuro gaseoso y partículas a la troposfera, pero solamente los eventos más grandes y explosivos los inyectan a la estratósfera, donde son esparcidos alrededor de la Tierra formando un velo de aerosol que bloquea la luz solar. Estos eventos enfrían temporalmente el clima – la erupción de Tambora en 1815 es famosa por causar el "año sin verano" de 1816 – afectando también los eclipses. En un eclipse lunar total normal, cuando la Tierra se desliza directamente entre el Sol y la Luna, la atmósfera permite pasar solamente a las ondas de luz roja alrededor del planeta e iluminar la superficie lunar. Pero cuando la estratósfera se encuentra llena de aerosoles sulfatados, incluso esos rayos rojos son bloqueados y no llegan a la superficie lunar, quedando oscura. A partir de erupciones mayores recientes, como la de Krakatoa en 1883 y la de Pinatubo en 1991, los científicos saben que este efecto en los eclipses dura aproximadamente un año. Registros revelados En antiguos manuscritos de Europa, Medio Oriente y Asia Oriental, de los años 1100 a 1300, Guillet y sus colegas han encontrado cientos de menciones de eclipses lunares totales. Aparte del diario de Teika, ninguna de las casi 200 fuentes de Japón, China o Corea mencionan el color de la Luna. "El juntar todas estas líneas de evidencia es una nueva y elegante perspectiva". Pero los cristianos medievales, mayormente en Europa, consideraban la Luna de sangre como una señal del apocalipsis venidero, así que prestaban particular atención a estos detalles y proveyeron información acerca del color y brillo de la Luna en 36 eclipses – más de la mitad del número de eclipses que pudieron haber sido visibles durante ese periodo de tiempo. Los registros muestran eclipses con lunas oscuras en los años de 1110, 1172, 1229, 1258 y 1276, contemporáneos a cinco de los sietes grandes registros de sulfatos volcánicos encontrados en los núcleos de hielo. (Varios registros posteriores a las otras dos erupciones describen una típica Luna de sangre, llevando a Guillet y a sus colegas a especular si acaso las plumas de estos volcanes alcanzaron solo la tropósfera, y quizá estuvieron localizados cerca de Groenlandia, resultado por lo tanto en un registro exagerado.) Después de esta examinación de manuscritos, el grupo comparó las datos de los eclipses con simulaciones de aerosoles globales, modelos climáticos, y reconstrucciones de temperaturas a partir de la información de anillos de crecimiento de árboles, para datar estas cinco erupciones en un rango de algunos meses. Una página de la Crónica Anglo-Sajona hace referencia al eclipse de luna oscura ocurrido el 5 de mayo de 1110. Traducido del inglés antiguo, se lee "En la quinta noche del mes de mayo parecía que la Luna brillaba fuerte en la tarde, pero después, poco a poco su luz fue disminuyendo, tal que, tan pronto como llegó la noche se había extinto por completo, así que no luz, no orbe, ni nada de ella era visible". Crédito: Bodleian Libraries, University of Oxford, CC BY-NC 4.0 "El juntar todas estas líneas de evidencia es una nueva y elegante perspectiva" dijo Charlotte Pearson, una geoarqueóloga y dendrocronóloga de la Universidad de Arizona, quien no ha estado involucrada en este estudio. Las erupciones volcánicas y los eclipses son los puntos clave que ayudan a los investigadores a sincronizar las cronologías recolectadas en diferentes fuentes, tales como los núcleos de hielo y los anillos de crecimiento de árboles, dijo. "Entre más puedas poner todo en una misma línea del tiempo, mejor podrás explorar lo que estos eventos significaron para las personas". Las crónicas medievales registraron, no sólo las lunas oscuras, sino también las heladas, las malas cosechas, las hambrunas, dijo. Los registros de los eclipses pueden ayudar a ligar estos eventos a grandes erupciones volcánicas. Si existe el suficiente polvo volcánico en la estratósfera para oscurecer la luna eclipsada, es probable que sea el suficiente para enfriar el clima – algo que los científicos pueden corroborar al buscar en los anillos de crecimiento de los árboles años de poco crecimiento. "Esta información de los eclipses puede proveer una forma completamente independiente de probar el esparcimiento del polvo de estas grandes erupciones medievales a través de la atmósfera", dijo Oppenheimer. Este conocimiento también podrá ayudar a los científicos a predecir tales efectos en futuros eventos volcánicos. —Kate Evans (@kate_g_evans), Escritora de ciencia This translation by Norma A. Portillo was made possible by a partnership with Planeteando and GeoLatinas. Esta traducción fue posible gracias a una asociación con Planeteando and GeoLatinas. This news article is included in our ENGAGE resource for educators seeking science news for their classroom lessons. Browse all ENGAGE articles, and share with your fellow educators how you integrated the article into an activity in the comments section below. Text © 2023. The authors. CC BY-NC-ND 3.0Except where otherwise noted, images are subject to copyright. Any reuse without express permission from the copyright owner is prohibited. Related Features from AGU Journals RESEARCH SPOTLIGHTSGeophysical Research Letters"Neural Networks Map the Ebb and Flow of Tiny Ponds"By Sarah Derouin EDITORS' HIGHLIGHTSCommunity Science"Collaboration Helps Overcome Challenges in Air Quality Monitoring"By Muki Haklay EDITORS' VOXReviews of Geophysics"What We Know and Don't Know About Climate Tipping Elements"By Seaver Wang @media ( min-width: 728px ){.newspack_global_ad.global_above_footer{min-height: 90px;}} .wp-container-1.wp-container-1{justify-content:center;}